27.9.08

DIÀLEGS DE CORTESANS. Obstacle superat


MARQUÈS. Hola, José.

PEP. ¿Qué tal, sañor marqués? Ya lo astaba asparando para comunicarle la buena nueva.

MARQUÈS. Albricias.

PEP. El lunes fui a parlamantar con el profasort.

MARQUÈS. ¿Y qué tal?

PEP. No se puede dasir que corriesen ganivatadas, pero sí que tuvimos nuestros más y nuestros menos.

MARQUÈS. Pero te saliste con la tuya, vaya.

PEP. Es que los argumentos de mi alagasión eran irrafutabbles.

MARQUÈS. Así que lo reconoció.

PEP. Me dijo con un sierto ratintín: “Te has salvado por los pelos.”

MARQUÈS. ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja! No me extraña que lo dijera con retintín.

PEP. Es que yo soy un hombre de pelo en pecho, y no de pelo en techo.

MARQUÈS. En fin, que lo cortés no quita lo valiente.

PEP. Bueno, no comansemos, ¿eh?

MARQUÈS. Pero ¿qué te pasa?

PEP. Que ustet ya tira con bala.

MARQUÈS. ¿Que yo...?

PEP. Ya sé que ha carido dart a antander que soy valiente pero un poco corto de gambales. A ver si no.

MARQUÈS. Oye, ¿tú sufres manía persecutoria o qué? Venga, sigue contando, que me tienes en vilo.

PEP. Pues que nos pasamos un buen rato discutiendo: que si nabos, que si coles, que si tomba, que si gira...

MARQUÈS. El clásico regateo.

PEP. Yo ya iba dispuesto a hasert el astirayarronsa de costumbre, y aguanté mecha. Hasta que al final se avenió a rasones y me dijo: “Yo, la vardat, craía que dabía suspanderte, y tú en cambio pratandías aprobart. Pues, mira, ni tanto ni tan calvo.” Y antonsas sí que ya salté por alusiones...

MARQUÈS. ¿Por alusiones?

PEP. Hombre, es avidente que se rafaría a mi asotea. Bueno, pues a boca de cañón le raspondí: “Sañor profasort, hay muchos que no llegan a taner ni dos dedos de frente, mientras que un sarvidor disfruto de palmo y medio.”

MARQUÈS. Muy bien. Así se habla. Y te aprobó, claro.

PEP. Ustet dirá. Lo único que me indicó que para raforsar mi nivel de languaje me matriculase a un curso de samántica. Y ya tiene el José hasiendo todos los praparativos.

MARQUÈS. ¿Te has matriculado ya?

PEP. Sí, y ya me he comprado los libros y todo. Mañana me dadicaré a ancuadarnarlos y a ascribirt a cada uno aquellos versos que me ansañó la padrina.

MARQUÈS. ¿Qué versos?

PEP. Aquella fórmula que se pone por si las moscas. ¿No la sabe? Hase asís: “Si este libro se pardiera –como puede susadert–, es de un pobre astudiande que lo ha de manastert. Si caréis saber mi nombre, aquí abajo lo pondré.” Y antonsas se pone la firma.

MARQUÈS. Ingenioso.

PEP. Es que de paqueño me ansañaron muchas cosas por el astilo. Como aquella otra que también me sabía de mamoria. Cuando una parsona me praguntaba con tono mimoso: “¿Cómo te dises, monín?”, yo rasitaba: “José Vilaró Capella, por sarvirt a Dios y a ustet, y aquí tengo un bolsillito por si quere poner nada.” Y les hasía tanta grasia que un mocoso como yo se asplicara con aquel salero, que siempre me lo llanaban de vallanas, o de saresas cuando era la tamporada, o de higas secas...

MARQUÈS. Pues a ver si ahora, con esas nuevas clases, sales bien instruido.

PEP. El viernes que viene ya le haré sinco séntimos.

MARQUÈS. Tú siempre tan avaricioso. Por lo menos que sea un euro, hombre.

PEP. Y ustet siempre tan ocurrente. Sará un euro y la propina, no padesca.