19.9.08

DIÀLEGS DE CORTESANS. Recurs d’alçada


MARQUÈS. ¿Qué tal andamos, José?

PEP. Mire, de pardidos para arriba.

MARQUÈS. ¡Qué me dices!

PEP. Tal como lo siente.

MARQUÈS. ¿Te refieres al examen?

PEP. Sí. A horas de ahora aún no sé si astoy aprobado o suspandido.

MARQUÈS. ¿Y eso?

PEP. Lo de la traducsión me fue bien. Ah, al final le hise caso a ustet y tradusí dos cansiones más sandungueras: “Yo tengo una tía coja y un alasán; cuando mi tía se muera la antarrarán. Mistos, ramistos ansiende valós, mistos, ramistos para hasert arrós.” Y daspués esta otra: “Bailemos el chotis, Pepa, bailemos los rigodones, bailemos la amaricana, que es baile de basucones.” Aquí he tanido buena calificasión.

MARQUÈS. ¿Ves, hombre?

PEP. Pero el axamen ascrito ya no me fue tan bien. Mire, lo tengo aquí. La pragunta dasía: “Pon ajemplos de tres palabras amplayadas con santidos difarentes.” Y yo raspondí: “Los jamelos de la camisa, los jamelos de larga vista y dos harmanos jamelos.” En sagundo lugart ascribí: “Pito, raducsión de Papito; pito, pito, colorito; me importa un pito; tomart a uno por el pito del sareno, y ansañart el pito.” Y como tarsera raspuesta poní: “La trompa del alafante, cogert una trompa, las trompas de Austaquio y las trompas de Falopio.”

MARQUÈS. Caramba, estabas muy sicalíptico.

PEP. Qué quiere que le diga. Hasta aquí, aún aún. Pero en el sagundo tamario me padían: “Ascribe tantas parejas de nombres como se te ocurran cuyo masculino difiera laxamáticamente de su corraspondiente famanino.” Yo, como que no antandía un borrajo, fui a praguntarle al profasort a ver qué caría dasir todo aquello, y él me dijo que tanían de ser palabras que no fuesen como niño y niña, que sólo cambía la tarminasión, sino palabras que en el génaro masculino fuesen difarentes del famanino, como hombre y mujert. Ah, pero me advertió que pobre de mí que rapitiera este ajemplo. Y yo ascribí: “Yerno y joven, macho y hembra, capallán y monja, amo y mastresa, puerco y truja, toro y vaca, pato y oca, caballo y euga, cordero y oveja, calamart y sipia, tapón y calabasa, sol y luna, asúcart y sacarina.”

MARQUÈS. Hombre, en la parte final descarrilaste bastante.

PEP. Sí, ahora lo veo, pero con los nervios...

MARQUÈS. ¿Y qué calificación te puso?

PEP. Me dijo que había de rapatirt el curso porque tanía un mal dominio de la lengua y que había comatido varios arrores garrafales. Yo le raspondí que también un vino puede ser garrafal, y no nos hase asgarrifart. Pero él, que es más tosudo que una mula guita, trese son trese. Lo único que me dajó una puerta abierta disiéndome que si de caso que prasantara alagasiones.

MARQUÈS. ¿Lo has hecho?

PEP. Y tanto. Y como que era custión de sacart el sancristo grueso, le ancarragué a un amigo mío que va fuerte en estas cosas de lengua que me radactara el argumantario. Y, ascuche, me hiso un alagato que no tiene daspardisio, ¿eh? Ascribió que si nos disen: “La prinsesa astá triste. ¿Qué tandrá la prinsesa?”, nos cadamos sumidos en una bruma de misterio, porque nos consta la tristesa de la prinsesa pero no sabemos los motivos. En cambio, si nos disen: “La prinsesa astá triste porque ha muerto su perro”, nos cadamos tan panchos porque nos imaginamos que ya sabemos por qué astá triste. Pero, ah amigo, es que a la major mucha boca de rosa y muchos labios de fresa, pero puede ser que lo que tenga la prinsesa sea un corasón de padarnal y unas lágrimas de cocodrillo.

MARQUÈS. No te sigo, la verdad.

PEP. Pero si es la mar de sansillo: que esto de “ha muerto su perro” tanto puede significar que se le ha muerto el perro como que lo ha muerto ella con sus manos asasinas. ¿Todavía no lo capta?

MARQUÈS. Bueno, sí, claro.

PEP. Con lo que se damuestra que no soy yo el único que domino mal el languaje, sino la totalidat de los habblantes en janaral. Yo creo que con un ajemplo tan contundente podemos llagart a convanserle.

MARQUÈS. A ver si hay suerte, pues.

PEP. Mientras no sea la del anano, que se los trapisaba andando...